Ella
observa el cielo azul, rosado, lila, el reflejo dorado del sol contra las nubes a modo de esbozo. El sol ilumina las nubes con medio ribete de papel de regalo y la luz es de color durazno y ella piensa
que ese color es raro y que el cielo es raro, que no parece propio de ese lugar. De hecho, se para. Se detiene a comprobarlo,
trata de ser objetiva, no, no son imaginaciones, el cielo es tan
extraño que parece un fondo de pantalla, con las montañas y las
siluetas de los árboles, el bosque, superpuestos sobre él. Descubre
más nubes de color durazno a su espalda, silueteadas en su parte inferior por el rayo dorado y de nuevo vuelve la vista al sol, esfera
roja, naranja, una enorme bola a punto de esconderse. Y cree que es
perfecto lo que contempla y se ve incapaz de asimilar tal perfección,
de comprenderla.
Está
tumbada en la cama, al lado de su amante, el cual está dormido, su
respiración acompasada con la suya. Alarga el brazo para tocar su
piel blanca. Si tan solo pudiera tocarlo, rozarlo con la punta del
dedo índice, también sería un momento perfecto. Pero no quiere
despertarle, tiene miedo de molestar su descanso, de decir algo
inconveniente, intrascendente. Lo despertará y tendrá que decir
algo, y no dirá nada más hermoso que el silencio, por eso no lo
despierta, se queda quieta, contemplando su pecho arriba y abajo, su
mano extendida hacia él. Se le marcan las venas azules bajo la piel
y por un instante, la piel ajena se desdibuja y solo queda la propia.
Si
el sol bañase su mano ahora mismo, ¿se teñiría su sangre de
durazno? ¿se volvería espesa y dulce?
El
otro día paseaba por allí con Isa. La perra encontró un rastro,
olisqueaba entre los matorrales y de pronto una liebre saltó al
camino, frente a ella. La perra salió disparada, la liebre a
saltitos, parecía mucho más lenta y aún así la distancia entre
ambas no menguaba. Como en dos dimensiones paralelas, una era más
ligera que la otra y no necesitaba correr, sino que se desplazaba por
el aire, el viento la llevaba aunque no había viento, y se burlaba
de su perseguidora.
Y
ahora, cerca de su cuerpo, tiene esa misma sensación. Ella era la
perra que se lanzaba en búsqueda a toda velocidad, presa del
instinto, y él, la liebre que no miraba atrás y avanzaba a su
ritmo, confiado en sus cualidades o puede que sin darse cuenta
siquiera de que le persiguen. ¿Qué haría si lograra darle alcance?
Ella, que no se atreve a tocarle en medio de la noche por mucho que
le desee, por mucho que piquen las manos y las ganas. No, las ganas
no pican, las ganas duelen, escuecen, abrasan. Las ganas se arrastran
por la cama, se tiran al suelo, se revuelcan, salen al balcón a
echar un cigarrito a ver si se calman y regresan a su lugar, bajo la
almohada.
Al
fin se acerca el verano. Podrá dejar los pantis y las medias, la
ropa incómoda, los vaqueros, levantarse por la mañana y ponerse tan
solo un vestido. Le gusta caminar con las piernas desnudas bajo la
falda, sentir como un muslo intuye al otro. Le recuerda la mano de su
amante.
Si
fuera osada, además iría descalza, como las mujeres salvajes. Tiene
envidia de las mujeres africanas, las mujeres de los poblados que van
medio desnudas, con un crío colgado del pecho, testificando su
sexualidad. Nadie piensa que van pidiendo guerra, solo son mujeres
siendo mujeres.
Cuando
camina de ese modo es cuando más cerca se siente de él. Mucho más
que en este momento, en el que escucha su respiración, más incluso
que cuando lo tiene dentro, pues es así que cree que él está a su
alrededor y en todas partes. Él está en la hierba que crece al borde del sendero y en
el halcón que la sobrevuela, en el perfume de la madreselva, él es
el sol, es el viento que agita las copas de los eucaliptos y su
vestido, y el susurro de las hojas del aliso semejante al sonido de
la lluvia en una tarde de primavera, que es más suave que la lluvia
de otoño y más calmada que la de verano. La ronda como un amante
celoso, la besa como un amante amoroso, detrás de la oreja derecha,
justo a la altura del lóbulo y se cuela entre los cabellos para
rozarle la nuca. Ve una sonrisa por el rabillo del ojo y, mientras se
da la vuelta, piensa que esta vez no tendrá miedo. Le echará los
brazos a ese cuello inmenso y dirá...
Feliz Junio!, compañeros monos y demás fauna.
ResponderEliminarEl título no va muy acorde con el mes ni con la historia pero la melodía sí. Alguien me presentó a este grupo (mil gracias)y curioseando me encontré esta versión que comparto con vosotros: https://www.youtube.com/watch?v=KpwiLFPxWIc.
Todo un regalo para vista, la imagen y la lectura. Estupendo texto. Muy hermoso y natura. Me imaginé todo a detalle.
ResponderEliminarCuando haces las cosas con cariño se nota.
Por cierto. Te diré algo que nadie ha mencionado: Has la letras más grande por favor! ;)
Gracias, D.
EliminarLo de la letra, ya sé que es muy pequeña y ya que lo sacas: alguien me explica cómo demonios se hace la letra más grande? Absténganse los que van a decir que en la página de edición hay varios tamaños y tipos de letra.
Bellísimo Mon, se me cae la baba y la carne se me ha puesto de gallina. Nos has hecho un regalazo. Mil gracias!
ResponderEliminarGracias, Mery, eres un solete!
EliminarY dirá : que coño es el durazno???
ResponderEliminarUn texto muy real y muy intenso aunque a mí me cuesta conectar con la protagonista y sus sentimientos (quizás por la diferencia de género?)
Me gusta como juegas con los colores, haces que se vea el relato más halla de unas letras
Haz cómo yo: tampoco lo sabía y escribí un texto para no olvidarlo, jajaja. No qué va! Es un melocotón, en España también se dice aunque mucho menos.
EliminarTe cuesta conectar? es culpa mía, no pretendía excluir a nadie, pero al escribir ciertas partes pensaba en "leyentes" femeninas, desde luego.
Lo de los colores no tiene mérito. Si hubieras visto ese atardecer lo entenderías, la foto que puse no es de ese día, una pena.
Joe, Mon, ¡qué maravilla1 Eres poesía. Son preciosas las descripciones que haces, con esa calma y esa tranquilidad que inspira paz.
ResponderEliminar"Las ganas no pican, las ganas duelen, escuecen, abrasan". Por fin alguien que logra explicarlo bien.
Hay foto de la escena de cama?
ResponderEliminarJolín Kobbe andas algo picaruelo
ResponderEliminarPerdona....quisiera hacerte una preguntilla que me ronda la cabeza: ¿De verdad allí en tierras gallegas utilizáis la palabra Durazno para decir melocotón? Es que yo tampoco había escuchado llamarlo así en mi vida. ;) ¿mejor? jijiij
ResponderEliminar"No se dice durazno por el norte, pero sí que escuché esa palabra por algún lado (o la leí, ya no sé" ;). Mejor (imposible).
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