Esto
era una suposición, en verdad no tenía ni idea, pero le gustaba
creer que si no había un plato memorable en su niñez —cuando sus amigos hablaban de la carne asada, de la sopa de cocido o
de la fabada de sus abuelas—, era por este motivo.
Había
uno del que no recordaba el sabor, pero era en particular
decepcionante por su aspecto. Se trataba de la tortilla de patata.
Había visto todas esas tortillas doradas, gruesas y jugosas que se
deshacían en la boca como si una estuviese comiendo pedacitos de sol
pero la de su abuela era fina, tenía un color extraño que era una
mezcla de varios y una textura seca pero aceitosa a la vez. La
observaba mientras la preparaba, sin dudar de su proceder, igual que todos los niños que creen a pies juntillas que los mayores no
solo saben lo que hacen, sino que lo hacen siempre bien. Además,
nunca había visto hacer tortillas a nadie salvo a su abuela y su
madre, y las dos la hacían de la misma manera, luego ese era “El
procedimiento”.
Había
que tostar la cebolla en el aceite hasta que se ponía marrón y
luego añadir las patatas que iban cortadas en láminas tan finas que
casi se podía mirar a través de ellas. Tras varias vueltas y
meneos, la abuela escurría el aceite sobrante, con ayuda de un plato
o una tapadera (le parecía que esto no era significativo en el
resultado final), y por último llegaba el toque maestro: batía los
huevos, echaba la mitad por encima de las patatas, volteaba todo
sobre otro plato y el resto lo vertía en la sartén vacía. Cuando
estaba casi cuajado, disponía su proyecto de ingeniería sobre él,
presionaba un poco y con un giro de muñeca digno de prestidigitador,
lo colocaba en el plato de servir. Voilà la tortilla!
Esta
elaboración era única, no la vería jamás fuera de su casa, y
aunque no era uno de esos platillos que la gente hoy en día
fotografiaría para el instagram, la llenaba de orgullo, pues su
abuela era diferente, ella conocía algo que las demás abuelas
desconocían, ya solo fuera la manera de fortalecer los estómagos de
toda la familia.
Claro
que, bien pensado, esa no era la receta que quisiera transmitir a sus
hijos. Para ellos prefería la de las rosquillas. No se acordaba pero
ya la inventaría.
A falta de vino, ahí va una sugerencia musical. Mejor tómenla sola, con la tortilla desmerece.
Ay Id que te ha salido la vena humorística. Jejje vaya desastre de abuela. Mira que son ricas las tortillas y la de esta mujer no apetece nada. Pobre nieta, mejor q se busque por ahí la receta de las rosquillas y se inventé una historia bonita. Pd, mi abuela tambien era un pequeño desastre.
ResponderEliminarEn defensa de mi abuela, diré que tiré más de imaginación que de memoria en este relato. Lo que sí es cierto es lo del huevo.
EliminarHay un pueblo a las afueras de Compostela que se conoce como el sitio de las tortillas porque hay casi más restaurantes que viviendas (y todos especializados en tortillas)y ahí me encontré alguna parecida a la de mi abuela. Me quedé más tranquila y al mismo tiempo decepcionada, la pobre ya no era tan original, XD
Di que sí, hay que reivindicar lo nuestro aunque sea peor...😂
ResponderEliminarEsta bien lo que quieres contar en el texto pero conociéndote, se me queda en poca cosa
Sobre lo de las rosquillas...yo las navidades pasadas hablé con mi hija para crear una tradición navideña y tenemos el firme convencimiento de hacer un árbol de hojaldre hasta el fin de los días (o se nos olvide)
Jajaja, claro.
EliminarNo es mi mejor trabajo, no, pero es que me pasó como a alguien, solo me salían cosas "calentitas" y ninguna que mereciese la pena.
Buena idea, pero no tienes que esperar a navidades, id practicando. A los nenes les encanta cocinar.
teniamos que haberlo hecho picanton
EliminarLos hijos no aprenden de los concejos, aprenden de los ejemplos, para bien o para mal es lo que hay. Desapegarse de los hábitos familiares es difícil, aun así, me dieron ganas de probar esa tortilla.
ResponderEliminar"Haz lo que digo y no lo que hago", eso es lo que creen los padres, no?
ResponderEliminarBueno, yo sobreviví, así que no sería tan mala, jejeje
Ayy, me ha dolido hasta a mí la elaboración de esa pobre tortilla... Quizás es buena idea agenciarse la receta de las rosquillas.
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