Meixadeira

II

Pero no es simplemente indiferencia, reconozco que también hay miedo. Pero no a morir, como ya dije tirarme o no por el viaducto, me es indiferente.
Es más bien pánico a saltar al vacío y, unas milésimas antes de reventarme la cara contra el suelo, darme cuenta de que este vacío en realidad está lleno. Ser consciente en ese justo momento, antes de dejar de existir, que en el fondo quiero vivir. Que ese aire de indiferencia y desidia es solo una pose.
Al final ¿Cuáles son mis grandes problemas? Añoranza por mí familia ¿pero realmente alguna vez fuimos tal cosa? Tengo nostalgia por una infancia que nunca pasó. ¿Acaso echo de menos a una madre orgullosa y distante y a una padre demasiado asustado como para mostrar algún signo de pasión por la vida?
Suena patético, soy incapaz de recordar las veces que he marcado el número de la casa donde vivíamos en mi niñez aún sabiendo que no encontraría nada.
Por ese tipo de cosas vine hasta aquí. Pero resulta que estoy tan roto que no tengo fuerzas ni para rendirme.