- Ehhh, Hola? - intenté entablar conversación con el desconocido.
Pensaba; “ espero que no sea un petardo de los que no paran de hablar en toda la comida. O un viejo verde de esos q te mira a las tetas mientras habla y juguetea con su dentadura postiza. Uff por favor, que no me amargue la comida el tipo este.”
- Buenassss fea. – Me contestó bajando la carta despacio para colocarla después sobre la mesa.
Tenía unos ojos completamente negros con forma almendrada que me observaban fijamente sin pestañear. Y… era, de color verde? Pequeñito con dos antenas, sin pelo…
- Disculpa pero te has tomado la confianza demasiado pronto. Fea?
- Ah!! No se ofusque con moi, es mi forma cariñosa de saludar. – expresó mientras agitaba sus manos de tres dedos arriba y abajo. Su cara hacia una mueca de desaprobación juntando el entrecejo y haciendo girar sus ojos.
- Este… usted es japonés, no?
- Japonés?
- Si, de esos que van siempre disfrazados y toman la personalidad de su disfraz…
- Ummm déjeme que se me piense… japonés? – cerró los ojos y puso el dedo más largo de la mano derecha en su sien. – Ah! Japonés. Ummm… digamos que si. Konichiwa fea! – juntó sus manos e hizo una reverencia agachando la cabeza.
Creo que está comida va a ser muuuuyyy especiallll.
Apareció un camarero impecablemente vestido y peinado, la verdad que estaba de muy buen ver. Cuando se paró delante de la mesa observó levantando la ceja a mi verde compañero y creo que decidió dirigirse a mi para sentirse más cómodo.
- Arratsalde on. Señores. Soy el sumiller. Les interesa la comida con maridaje?
Ummm maridaje. No sabía si estaría incluido en el regalo. Seguramente valdría una pasta pero dado lo que me venía encima decidí que borracha podría sobrellevarlo mejor.
- Si, por favor- le respondí con una sonrisa de oreja a oreja.- ya cambiaba yo al tipo cetrino este por el camarero.
- Espere guapita. Oiga, qué es eso del maridaje? Qué yo sepa no me se he declarado para que ya me pida matrimonio.
- Oh no señor, se trata de ir probando diferentes vinos en función del plato.
- Vino? Ummm interesante. Adelante! Se me apetece saborear el vino. – levantó su dedo más largo de la mano derecha reafirmando su discurso. – pero sepa fea que si a este cuerpo serrano se le sufre algún daño, tendrá consecuencias y aplicaré mi vara de avellano sobre usted.
- Ehhhh, perdón? Vara de avellano? – miré con desconcierto y algo de miedo al camarero quién con una subida y bajada de hombros y cara de cosas más raras he visto en mi vida, marchó a su cometido dejándome tirada con el marrón que me esperaba.
No surgió conversación ninguna.
Traté de dirigir la mirada a cualquier rincón del restaurante y así evitar cruzarla con él. Aún así, sentía sus gigantes ojos como abismos clavarse en mí. De vez en cuando pestañeaba despacio dando la impresión de estar cansado para a continuación volver a analizar mis posturas.
- Le pasa algo?
- No
- Dejé de mirarme, haga el favor. Creía que los japoneses eran vergonzosos y evitaban cualquier contacto incluso el visual.
- Ah, no! – dijo con una gran mueca en su cara moviendo su mano arriba y abajo.- io no soy… - umm nada, nada. – y se puso a disimular mirando al techo con su dedo largo sobre la cara pensativo.
- No es qué?
- Fea, se está poniendo muy pesada. Deme una conversación más interesante.
Justo cuando iba a soltarle un improperio, apareció la camarera con el primer plato;
“Licuado de pescado de roca, sobre tarama de carabinero y montadito de endivias, anchoa y sardina”
La camarera nos hizo una descripción del plato y lo acompañó de una cestita de panes variados recién hechos.
- On egin!
A continuación apareció el sumiller con una cubitera y una botella dentro.
La abrió en la mesa y comenzó a describir los sutiles matices de sabor que se podían apreciar al probar el caldo.
- On egin!
Antes de empezar observé al bicho verde. Cogió la copa con sus tres dedos y bebió de golpe el txakoli. Después soltó un sonido de satisfacción, agarró la botella y se sirvió más.
- Le gusta el txakoli?
- No está mal guapi, tengo sed y está fresquito.
- Pues nada, sigue sigue- le dije con sonrisa maléfica pensando en el pedo de aúpa que se iba a agarrar. Ese vino es muy traicionero.
El plato era una explosión de colorido, una gozada a la vista. Todo perfectamente estudiado.
Comencé a degustar suavemente cada bocado mientras mi compañero lo devoraba como un cerdo.
- Bueno, no dicen que aquí se come bien? Las raciones son indignantes! Sepa que moi va a poner una queja. Así no lleno mis siete estómagos!
- Le queda aún mucho por probar.- Le comenté.
- Siiiiii, eso espero feaaa, que hoy vaya a probar de todooo.- me clavó los ojos de una forma diría que lasciva, lo que me hizo enfurecer soberanamente.
- Si sigue así voy a pedir que me cambien de mesa.
- Pídalo, no se dónde se va a sentar.jijiji – su sonrisa socarrona hacia mostrar toda su dentadura.
Tenía razón, no cabía un alfiler en el comedor. Si quería seguir tendría que hacer de tripas corazón. Resople.
- Dígale a moi una cosita- dijo guiñando un ojo y señalándome con su dedo largo- usted me daría un osculito?
- Eh? Qué es eso?
El bicho cerró los ojos, se acercó a mitad de la mesa y puso morritos para que le besara.
- Está borracho! Haga el favor de sentarse y comportarse! Si está cachondo echese la cubitera en la entrepierna.
Dicho y hecho, cogió la cubitera con ambas manos y se la volcó sobre la cabeza desperdigandose los hielos por el parqué.
Se hizo un silencio. El resto de comensales se quedó mirando mientras el tipo se agitaba cual perro para eliminar la humedad.
- Perooo qué ha hecho? Me voy a quedar sin comida, nos van a echar!
- Uy, creo que esto no ha estado bien.- dijo afligido. Observando las miradas incisivas a todos los lados.
Se subió a la mesa. Era realmente pequeño, un metro veinte o por ahí. Me fijé en sus,.. pies? Sobre el reluciente mantel blanco. Los tres deditos verdes no paraban de golpear la mesa, seguramente por los nervios o la vergüenza de la situación.
Alcé la vista y no tenía ropa. Era un cuerpo totalmente verde y reluciente como si llevara el mono de un motorista.
- Perdón a todo el mundo es que moi es japonés.- tras su breve discurso esbozó una tierna sonrisa y una caída de ojos tipo Bambi que hizo emocionar al personal.
Bajó y se sentó en su sitio.
- Lo he hecho bien? – me susurró.
- Si, creo que ha colado pero tenga cuidado a la próxima vamos a la calle. Por favor no me fastidie la comida, me hace mucha ilusión estar aquí.
Entonces, bicho verde me cogió de la mano, la beso y dijo:
- Disculpe a moi fea, ese líquido amarillento me ha transformado. Prometo seguir los protocolos. Io me presento, Flaneta.
JAJAJJAJAJAJAJAJA Ya tardaba en aparecer nuestro amigo. Reconozco que este no es el giro de guión que esperaba encontrar.
ResponderEliminarYa tardabas; jajajajaja. Mencanta!!!!
ResponderEliminarTiene detalles desternillantes: imaginar al señor F subido a la mesa con ojitos que ni el gato de Shrek y casi me sale el café por la nariz.
A ver cómo manejas la situación, jijiiiiji
Estupendo!
ResponderEliminarLos diálogos son impresionantes debido a que supiste coger bien su forma de hablar de nuestro amigo Señor de la Flaneta! Espero la siguiente entrega!
Ehhhh has tenido un encuentro con flaneta? Si fuera así me lo dirías no?
ResponderEliminarMuy gracioso el relato, espero que velada acabe bien
Esto ha sido un encarguito, a ver cómo va fluyendo jajjaja
ResponderEliminar