![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyMmWOwemo03mrO0nTHUZ6PdqkDcGa5BLxflEskQD_srzlAa7B69xnVHPHGS-EpcSvNhwzTda6pMbB68H5r0cUKpC2robETcHgvWcMz-ecZ1rRBTVhmoop6EW7wGlmXiSsUQmdhL2waEs/s200/waffles-2190961_640.jpg)
Como también estaba dispuesta, Carla, con delantal, gorro y espátula en mano, que iba a ser la mejor chef de la historia.
— ¿Qué receta vamos a hacer, mamá? —Dijo la niña con una sonrisa de ilusión en la
cara.
— Vamos a hacer el bizcocho más grande y esponjoso
que hayas visto — le contestó su
madre, María, abriendo mucho los ojos.
La pequeña como acto reflejo abrió también mucho los ojos, sorprendida e
ilusionada.
— ¿Y tendrá chocolate, mamá?
— Pues claro. Lo primero que tenemos que hacer, es
precalentar el horno. Le damos aquí, ¿ves? Giramos la rueda hasta que nos
aparezca...
— ... uno... ocho...cero...
— Eso es, corazón, y en un ratito, cuando nos haga “piii”
—dijo María a la vez que le apretaba el ombligo a su hija y esta se reía— ya
podremos meter nuestro súper dulce a calentar para que nos quede riquísimo. ¿Preparada?
Carla asintió, se subió a una banqueta que María le había colocado a su
lado para que estuviese más alta y que no solo sus ojos y su nariz pasasen el
borde de la encimera, y observó atenta cómo su madre cascaba un par de huevos y
con mucho cuidado separaba las yemas y las claras. Una vez hubo acabado, añadió
azúcar a un lado y un poquito sal a otro.
— Y ahora, ¡a batir!
— ¡Yo quiero, yo quiero!
— Muy bien. Tienes que hacerlo así, ¿ves? Agarras el batidor así con cuidado y le das
vueltas y vueltas despacito hasta que quede blanco y parezca una nube.
Carla volvió a sonreír y a abrir mucho los ojos y se concentró en la tarea
que le había encomendado su mamá. Mientras esta, a la vez que cantaba, batía su
parte y derretía un poco chocolate.
Cinco minutos más tarde, Carla comenzó a protestar:
— Mamá, estoy cansada y esto no parece una nube.
— A ver, déjame que le eche un vistazo. ¡Pero si ya
casi lo tienes! Le damos un par de vueltas más... y ¡voilà!
María cogió el bol y lo puso boca abajo.
— ¡Alaaaa! ¡No se cae!
Carla siguió observando atenta cómo su madre seguía mezclando cosas. Las
yemas con la claras, un poco de harina y levadura tamizada....
— ¡Parece que está nevando!
María se reía mientras ella removía la masa con mucho ahínco y con manchas
de harina por todos lados.
— Ahora tenemos que separarlo otra vez en dos
recipientes distintos porque aquí lo mezclaremos con el chocolate, pero antes,
mete un dedo ahí y prueba.
— Pero aún no lo hemos metido en el horno, mamá.
— Tú hazme caso, mi abuela siempre que hacía un
dulce, aprovechaba y probaba la masa cuando nadie la veía — María sonrió con nostalgia al recordarlo—. ¿A
qué está rico?
La niña asintió. Un sonido rompió en la cocina.
— ¡El horno ya ha hecho “piii”, mamá! ¡Hay que meter
el dulce!
— Ya va, ya va. Ahora lo dejamos ahí veinte minutos
hasta que se vuelva alto, alto y esté calentito y esponjoso.
Carla se pasó los veinte minutos mirando la puerta del horno.
— Carla, sal de ahí, que te vas a quedar ciega de
mirar siempre al mismo punto.
— Pero está creciendo mamá. Ya está muy alto. ¿Lo
podemos sacar ya?
— ¿Sí? Déjame ver. Ala, que buena pinta.
— ¿Puedo probarlo?
— Aún no, que está muy caliente y luego te duele la
lengua. Pero podemos abrirlo a ver cómo nos quedó.
— Jobáaa, Tiene chocolate en el medio. Que rico.
— ¿Qué te esperabas de las mejores chefs del mundo
mundial? —Le preguntó con una
sonrisa mientras le daba un beso en la frente.
Buah chaval cuando leí lo del ombligo se me pasó por la cabeza que iba a cocinar a la niña...que susto, he leído el resto con una congoja...
ResponderEliminarUn texto bonito aunque se me queda un poco soso (quizás porque en mi cabeza iba de canibalismo)
Kobbe no todo va a ser gore en esta vida jajaja
EliminarPues a mí me parece tiernisimo, por la receta elegida y por esa descripción tan bonita que haces de complicidad madre e hija. Precioso!
ResponderEliminarEstá!!! Ternurita!! Me imagine mi sobrina de protagonista en está historia. Muy, muy, pero muy bien hecha. Te aplaudo. :D
ResponderEliminarQué ternura! Ya te lo han dicho pero es lo que me sale. Creo que integraste muy bien la historia con la receta, es todo muy natural, como si las espiase por la ventana y además transmite esa complicidad madre-hija tan dulce (nunca mejor dicho). Es mi favorita.
ResponderEliminarMe alegro mucho de que os haya gustado a los tres. Lo cierto es que temía que me quedase un poco soso...
Eliminar