A Makochan la arrastraba por la arena, también le rompía los mangas, le pegaba delante de todas las niñas. Makochan lloraba y lloraba, pero era resistente como un daruma de juguete. Y siempre aguantaba sus porrazos. A Makochan le gustaba la luna y las estrellas, y soñaba algún día con ser una nube de algodón de azúcar, y volar lejos a un mundo kawaii lleno de niños de animes que le gustaban.
Yumiko un día, cogió el almuerzo de Makochan y se lo tiró a la cara. Makochan saltó como un gatito y comenzó a lamerse las patitas. Yumichan se enfadó más. Makochan se rió fuerte, cogió el almuerzo de Yumichan y se lo tiró al suelo, y comenzó a pisarlo. Se fue cantando.
Y eso es todo, señor director.
—Puedes irte, Onegashi. Hablaré con tu mamá.
Jajajaja. Es genial!!!
ResponderEliminarMe imagino que no hubo mucho esfuerzo de tu parte al hacerlo, a pesar de lo estupendo del texto. Y es que digo esto porque medio he leído algunos de tus relatos y te salen a pedir de boca estos textos.
Posdata: Kawaiii!!!
La verdad,no he tenido que pensar mucho porque es una experiencia de mi pasado. (◠ ◕)
EliminarMako, cada vez que te leo me transporto a otro país. Creo que tu tu fuerte es la brevedad.
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EliminarSoy breve en mis explicaciones, y en casi todo en la vida, Gi. (ꈍ ꈍ)
EliminarJiji, el nuevo reto de don Diego está hecho para tí.
EliminarMe ha gustado el comienzo diciendo que tenía dos zapatos y haces hincapié en la nariz. Es muy curioso la verdad.
ResponderEliminarLo que han dicho antes los demás, tus relatos no necesitan más extensión, son frescos y nos llevan a vivir tu cultura.
Gracias Mako
Creo que si tuviera que definir tus historias les llamaría cuentos decapitados.
ResponderEliminarMe encanta el comienzo de este, precioso.
El final, creo es de los que más me ha desorientado.