lunes, 13 de julio de 2020

Caperucita Roja

Había una vez, una adolescente petarda y egoísta que sólo vivía para su móvil.

Tiempo atrás, había sido una chica encantadora que se desvivía por su abuelita.

 Solía atravesar el frondoso bosque portando una cesta cargada de dulces para pasar una agradable tarde merendando con ella.

Poco a poco fue distanciándose de ella, de toda su familia, y se creó su propio mundo virtual.

Caperucita roja, como todos la llamaban pues era habitual verla vestir una capa de ese color, decidió quemar en una hoguera de San Juan dicho atuendo junto con el resto de su armario para crear una nueva chica a la moda.

Un día, su abuela cayó enferma.

Su madre le ordenó ir a visitarla pues creían que a la pobre le quedaba poco de vida.

Ex Caperucita acudió a regañadientes.

 No le apetecía visitar a la vieja. Era patético y aburrido, pero si no lo hacía, se quedaría una semana sin wifi y eso podía ser una auténtica catástrofe.

Se visitó con sus mini pantalones cortos y emprendió camino hacia el bosque.

Recordaba el sendero perfectamente aunque ya no se paraba a recoger flores o a observar a los pájaros que cantaban en los árboles. El reggaeton que sonaba en los auriculares le aislaban de ello.

Terminado el trayecto, sacó las llaves y entró en la casa, gritando un desanimado “ abuela, soy yo”.

Su abuela estaba en la cama, acababa de bajarle la fiebre y se encontraba más animada. Ver a su amada nieta le dio más energía.

Ex Caperucita no tenía ganas de charleta y se sentó a su lado sin mediar palabra mientras chateaba sin parar.

La abuelita, agachó la cabeza apenada. Se giró en la cama y quedó dormida.

Al rato, llamaron a la puerta, Ex Caperucita se dio por aludida al tercer timbrazo y se levantó jurando en hebreo.

Abrió la puerta. Era un chico de Amazon. Traía un paquete para ella.

Ex Caperucita se puso contenta, recibir un paquete siempre era un subidón a pesar de saber lo que había dentro, pero esta vez no se acordaba qué había pedido. A pesar de ello, lo aceptó sin dudarlo.

El chico conforme se lo entregaba cambió el gesto de su cara. Borró su sonrisa y se transformó en seria, su mirada parecía analizarla, fija y dura.

Ex Caperucita sitió un escalofrío.

Decidió cerrar la puerta.

El mensajero lo evitó con su mano y con una voz grave le reprendió que no reconociera a su amigo especial.

Ella no entendía nada. Se puso nerviosa. Estaba asustada. Allí, en aquella casa en medio de la nada, sola, con una vieja que a penas si podía respirar.

Le pidió que la dejara en paz, que no le conocía.

Entonces el comenzó a hablar de sus vacaciones en Mallorca con su familia, de su bikini tanga, de su lunar en el cuello, ese que enseñaba cuando raras veces se recogía el pelo. De ese pequeño tatuaje escondido en su cuerpo que se hizo sin contarle a nadie.

Ex Caperucita estaba paralizada. Su mente era un hervidero tratando de encontrar la explicación a que aquel desconocido supiera sus secretos, su vida.

De repente sus ojos se abrieron y su cara palideció.

 Su tatuaje.

Había alguien que lo había visto.

Robin33. Ese chico dulce del chat, con el que hablaba de la mierda de vida que tenía, con quién soñó conocer alguna vez y escapar, escaparse de su personaje de Caperucita. Con quién intercambiaba fotos, alguna subida de tono...

Robin33 sonrió macabramente.

Si, era él y había venido a llevársela.

Ex Caperucita comenzó a rogarle para que se fuera, aquel no era el momento, luego hablarían por el chat.

Viendo que no conseguía nada, empezó a hacer fuerza para tratar de echarle. Su cabeza se preguntaba cómo sabía que ella estaba allí. No encontraba explicación alguna y el terror se estaba apoderando de ella.

“La ubicación. La ubicación de las fotos que le envié.”

Las lágrimas de desesperación brotaban por sus ojos . Su garganta no podía emitir sonidos estaba muda de pánico.

El mensajero al ver a su presa cada vez más asustada se sentía más endemoniadamente poderoso y disfrutaba con el forcejeo. La lucha le excitaba. Sus ojos brillaban de odio y locura. Su gesto era el de un ser depravado y cruel.

Se escuchó un trueno.

Aquella alimaña agrandó sus ojos. Se veían ensangrentados. Y se desplomó.

Estaba muerto.

Ex Caperucita al fin pudo gritar.

Un cazador surgió de la nada, apartó el cadáver de la puerta con el pie y observó a la pobre chica que temblaba aterrorizada.

Trató de acercarse a ella para calmarla pero ella se echó atrás con el miedo aún en los huesos.

Le explicó que era amigo de su abuela y que el lobo lo había visto todo y le había avisado para que le ayudará pues si él lo mataba, las leyes humanas acabarían con su vida.

Entonces Caperucita volvió a su cuerpo. Recordó los largos paseos hasta aquella casa y sus encuentros con el lobo de suave pelo gris.

Siempre le acompañaba hasta la puerta. Hablaban y reían.

Las flores que recogía no eran para su abuela, solía hacerle hermosas coronas de flores. Lobo se sentía algo ridículo pero por ella se dejaba adornar.

 Él la protegería siempre a pesar de que ella jamás se enteraría.

Caperucita cayó al suelo derrotada y lloró. Lloró liberando el miedo, lloró liberando sus recuerdos guardados y olvidados.

La abuela que se había despertado con el sonido del disparo se acercó muy asustada al ver la escena.

El cazador, miró a la abuela con cariño y explicó son calma y sosiego lo ocurrido.

Abuela observó al muerto y fríamente pidió al cazador que hiciera un agujero en el prado de los nogales.

Cazador sin dudarlo cogió la pala y comenzó su tarea.

La abuela abrazó fuerte a su nieta y la puso en pie. Le susurró al oído para calmarla.

Todo había pasado.

El cazador volvió. Agarró por los pies a aquel diablo y lo arrastró hasta su tumba.

Caperucita se soltó de su abuela. Quería verlo por última vez, allí en aquel foso donde no podría hacerle daño.

El muerto tenía la mirada fija al infinito, vacía. Su cara estaba relajada como si la maldad hubiera abandonado ese cuerpo por no servirle ya al estar inerte.

Ella, Caperucita, agarró la pala que estaba clavada en una montaña de tierra y empezó a cubrir el cuerpo. Con cada palada le venían conversaciones de chat y las lágrimas se derramaban.

Derrotada por el esfuerzo, se detuvo y el cazador decidió terminar la tarea.

La abuela se presentó en el lugar y le obligó al hombre a que se detuviera.

Abuela lanzó a la tumba un puñado de nueces.

Hecho esto, el cazador continuó.

Alguna de las nueces prendería y el árbol que surgiera se alimentaria de aquel cuerpo no dejando rastro alguno de la maldad que podría quedar en él.

Pasaron los años.

El nogal brotó y creció.

Creció con fuerza entre el resto de nogales.

Pero con lo que no contó la abuela era que aquel árbol  daría su primer fruto.

El fruto del odio.







12 comentarios:

  1. Que había en el paquete?
    Buen trabajo, como buen cuento con moraleja final...aunque sinceramente ahora quiero saber más de los personajes

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    1. Ay, el paquete, Ummm creo que no se abrió. Gracias Kobbe, si te has quedado con ganas de conocerlos es pq he conseguido darles personalidad. Me alegro

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  2. Al principio me reí mucho, luego la cosa se fue poniendo cruda y cuando la abuela menciona el prado de los nogales ya me imaginé una de terror, con la señora abonando el jardín con cadáveres. Me da que no iba muy desencaminada.
    Me gustó.

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  3. Wuau!!! Estupendo, me ha gustado mucho, mucho. lo del árbol, no me lo esperaba y menos lo del fruto del odio.

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  4. Bueno, pensé en las nueces porque tienen forma de cerebro... Y se podría hacer una trilogía macabra con ese bosque muajajaj

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  5. Simpático en general, y bueno el remache. Sólo pondría un "pero" en el abuso constante del punto y aparte, lo cual alarga el texto de manera innecesaria, a mi parecer; sin embargo, respeto el estilo de cada escritor.

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    1. Gracias Camelot por opinar. Escribo desde el móvil y si no hago esos puntos me resulta muy pesado leerlo, tendré en cuenta tu sugerencia.

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  6. Madre del amor hermoso. ¡Cuanto me he reido!
    Hasta he llorado de risa.
    Frases muy fuertes y gráficas para mi mente. He visto a la abuela lanzando las nueces a la tumba. Bueno, en verdad he visto todas las imágenes de todas las frases, hasta creo que el chat me resultó familiar. Has descrito a las caperucitas modernas con precisión.

    Seré tonta, llevo un rato buscando el botón "me gusta" En este sitio eso no existe. Hay que decir: Me gusta.

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  7. Gracias Sandy, me alegro que la hayas disfrutado!! ;-)

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