viernes, 31 de julio de 2020

Conversaciones normales


—Joder, ¡qué mala cara tienes!

—Dormí fatal esta noche.

—Sí, sí, fatal. Te tomas dos cafés a media tarde y luego te quejas.

—Ni que fuera la primera vez.

—Vaya pinta ese de ahí.

—Mira que te gusta criticar

—La verdad es que es raro de narices... Si me lo encuentro a las tantas, con la misma salgo corriendo.

—Se parece a aquel tío... ¿cómo se llamaba?

—Jaco, decía que le llamaban Jaco.

—El nombre le iba que ni a medida...

—Pero resultó ser buen tío, ¡las risas que nos echamos!

—Ostras, el chico ese de los auriculares está mirando.

—¡Y con qué ojos! Voy a hacerme la interesante, me pondré a leer.

—Pero si se nota a la legua que vas del palo.

—Ay, es monísimo.

—Bah, seguro que tiene algún defecto en la vista o peor, en la forma de ser

—Ejem, le dijo la sartén al cazo.

—Oh, mira que sonrisa

—Madre mía, viene hacia aquí y hoy no me ha dado tiempo a lavarme los dientes.

—Me lo imaginaba, era su parada. Mira que eres boba a veces

—Y creída.

—Juraría que me estaba mirando.

—Porque tenía ojos. Las personas con ojos hacen eso, miran. Que te miren no significan que se hayan enamorado de ti.

—Hala, ya estamos con el drama. Déjalo estar, ríete, es bueno.

—Del drama a la frase de libro de autoayuda, no sé qué será peor.

—Ayer fue el cumpleaños de Sandra y me olvidé de felicitarla.

—Eres un desastre.

—El año pasado sucedió lo mismo.

—Va a pensar que no me importa.

—Bueno, en realidad...

—¡Calla!

—Me duele la cabeza de tanto parloteo.

—Vale. Quedan cinco minutos para la parada. Cinco minutos de meditación.

—¡Sí! ¡En el metro! Hoy estás sembrada, seguro que hasta te ascienden.

—Mierda, acabo de recordar que me dejé el informe en casa.

—Diez puntos para ti. Currando hasta las once para nada.

—Anda, que ya te vale...

—¿Y ahora qué?

—Ahora, olvídate del ascenso.

—Y mira, lo que faltaba, ¡una carrera en las medias!

—¡Asco de vida!

Echo a correr nada más abrirse las puertas. Voy justa de tiempo y con este panorama, solo me falta llegar tarde.



jueves, 30 de julio de 2020

Loco?

- Por qué lo haces?
- Porque cuando lo veo, cuando su olor penetra dominante en mi olfato, me posee. Es como si cada molécula de aire se difuminarse en mi interior hasta el infinito controlando cada célula de mi cuerpo. Estoy fuera de sí. Me habla, me ordena y si me niego, me grita, fuerte, muy fuerte.
- Y cómo es su voz?
- Grave, profunda, determinante, diría que incluso sensual.
- Te pone?
- Ummm. No…
- Te excitas cuándo haces lo que te ordena?
- Si. Mucho. Me desborda, me supera, estoy fuera de control.
- Qué te incita a hacerlo?
- Cuando lo veo, sin duda. El olor me pone, me pone mucho pero es verlo y… querer más. Disfruto encendiendo la pequeña llama, me quedo ensimismado ante el destello de colores que proyecta mientras baila para mí. Soplo la pequeña llama y cambia su ritmo, se ondula suavemente. Me gusta controlarla, doy un soplido mayor hasta casi apagarla y entonces la veo como pelea por volver a resurgir. Su calor es suave, agradable, pero si acerco mis dedos me quema haciéndome gritar y me excito.
Entonces, es el momento en que crezca ante mí, que se muestre grandiosa.
- Ahí es cuando haces el fuego
- Si, ahí es cuando acerco mi pequeña llama a un manojo de hojas secas que he ido seleccionando conforme paseaba por el lugar.
- El lugar lo eliges al azar?
- No! Tiene que ser un sitio especial donde mi Dios pueda manifestarse en todo su esplendor. Si elijo cualquier sitio y a él no le gusta, no aparecerá y terminará apagándose mi llama.
- Cuándo eliges el lugar?
- Días antes, paseo, me pierdo entre caminos y de repente surge. La propia naturaleza me lo muestra. Me muestra cuál quiere que sea su altar de sacrificio para honrarle.
- Perdona, te he interrumpido. Cómo sigue el rito?
- Una vez prendidas las hojas secas, me tumbo a su lado. Observo cómo va consumiéndolas lo que la hace crecer y coger más fuerza. La sigo soplando para que dance sensual y me embriague con su olor. Sabe? Cada hoja tiene una fragancia diferente en combustión. Incluso el humo que desprende adquiere diferentes tonalidades.
- Ahí es cuando pierdes el control?
- Bueno, ahí aún domino la situación, es como cuando comienzas a salir con una chica, estás atontado y con mariposas en el estómago. Conforme va creciendo, alimentándose poco a poco de lo que le rodea, cuando él aparece, se me va la cabeza. Mi Dios se mete en mi cuerpo anulando a la persona. Me trasformo en su títere, es su manera de manifestarse para poder imponer su fuerza sobre el mundo.
- Creo que ha sido suficiente. Sabe que se le acusa del incendio de un bosque de hayedos milenarios. Los ecologistas se nos echaran encima. Intentaré alegar enajenación mental para conseguir una condena menor. Buenos días



miércoles, 29 de julio de 2020

Pangolín y Papaya 20 (y final)



Pangolín se despierta con una enorme resaca, piensa que la de ayer debió de ser buena. Cuando sale de su habitación se encuentra a Papaya en la cocina preparando el desayuno. Su compañero le mira con una enorme sonrisa y una mirada traviesa. Pangolín no entiende nada, pero necesita un café para despejarse así que se acerca.
- ¿Qué tal has dormido? ¿te has recuperado de lo de anoche? – le pregunta Papaya.
- Pues no me acuerdo de nada, ya te dije que los chupitos de ciervo te destruyen la memoria.
- ¿Seguro que no recuerdas nada…? - dice Papaya mientras le pone las manos sobre la cadera. Pangolín se aparta sin entender muy bien lo que pasa y da un enorme trago al café – ¿No te acuerdas de lo que hicimos ayer? – insiste - Pues nos enrollamos
Pangolín escupe el café por toda la cocina como en una de esas series malas de los 90. Le vienen imágenes sueltas de la noche pasada que le hace pensar que podría ser real, pero no, no puede ser. Su cabeza esta tan colapsada que no es capaz de formar frases complejas, solo balbucea - ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? …
- Uy cuantas preguntas. Que nos enrollamos, el como te lo puedes imaginar, las causas estarían entre un exceso de alcohol y una bisexualidad no reconocida…Y por cierto te han faltado dos preguntas: fue durante toda la noche … y el donde, aquí en el sofá, en la cocina, en el suelo… practicaménte por toda la casa, bueno no, en tu habitación no. Dijiste no sé qué de no querías mancillar tu templo. Algún rollo hetero supongo. 
Pangolín no sabe que decir, todo le da vueltas y sus emociones pelean a puñetazos por ver quien domina la situación. En medio de esa tormenta sentimental hace lo único que le sale.
- Papaya
- Dime Pangolín – contesta expectante.
- ¿Has entrado alguna vez en un laberinto?
- No – contesta temiéndose lo peor.
- Pues no sabes lo que te pierdes…

domingo, 26 de julio de 2020

Lógica en la Locura




Desparramarse sobre el frío suelo es relajante y divertido, muy divertido, y lo es aún más, sí en nada tienes que pensar, en que preocuparte. Eso, y ver a través del cristal el derrape de zapatos de las enfermeras y enfermeros que van y vienen, que vienen y van, también lo es. Algunas de las mujeres están serias, otras alarmadas, y unas más, con cara no entender nada de lo que ocurre, como en su primer día de trabajo. Pero eso sí, se nota que de verdad les importara lo que ven.

Hace un momento…

Mientras tamborileo mis mejillas con los dedos y arqueo torcido los labios, veo a los contentos divertirse en lo suyo: Alexis juega nuevamente a trenzar arena con los pies, Thomas continúa la catedra de la semana pasada acerca de las múltiples posibilidades de teletransportase dentro de un grano de arroz, Lucia que no para de mecerse de atrás hacia adelante, amamanta con cariño a su linda iguana de tres cabezas, y Fabiola, insiste en lamerse el codo, alegando que con ello su tumor en la amígdala pineal logrará hacer eclosión, y al fin, será libre para poder volar lejos, como una medusa de cuerpo trasparente que se escapa hacia el infinito. Nadie está triste, nadie se preocupa por nada.

Hoy estoy emocionado, completamente fuera lo habitual, y es que la inyección ya comienza a hacer efecto.

La habitación inicia a alargase hacia atrás y en vertical. Lo lejano ahora parece cerca, y los sonidos alrededor comienzan a mineralizarse en color, un color que palpita brumoso en las esquinas de mis ojos a cada decibel recibido, y que lentamente discurren como pequeñas solitarias hacia mi paladar. Saben a vidrio viejo y a hojas de afeitar. El tiempo entonces pierde ímpetu y frena a trompicones. Tengo la sensación de estar dentro de una pintura, tieso; petrificado y solo. Pronto, finas grietas nacen desde el frente y se extienden por todo el campo visual hasta dejar delante mío una maraña de fisuras por las que se cuelan haces de luz lila.

Un par de chasquidos de dedos borra de inmediato la imagen que tenía en las pupilas y me devuelven enseguida la visión, solo que, no reconozco nada de lo que veo.

 

—¡Sam, Sam, oye, Sam, despierta! No te duermas.

—¡Eh! ¡¿Qué?! ¿qué? ¿Dónde?

—Sam, por favor, pon atención a lo que dice el director. Es importante.

—Mmrh, —carraspeó y me miró acusadoramente—. Como le decía, Señora Mercedes, su hijo pateó en el rostro a uno de sus compañeros de clase. ¿Entiende lo grave de la situación? Sus padres pueden demandar, no, no, van a demandar. El pobre chico ahora orina sangre. Y es que golpearle los genitales… ¿En que estabas pensado Sam?

—Ustedes no entienden. ¡Él intento poseerme a la fuerza! Sus apéndices ya me llegaban al esófago y estaban por salirme del…

—¡Sam! Te lo he dicho mil y una veces. ¡Te dejas y punto!

—Pero, pero…

—Pero nada. Tus seis padres sabrán de esto. Por favor, ya crece, que tu etapa larvaria ya casi ha concluido.

—Pero, pero… Mamá.

— Nada, nada. ¡Ah! Y olvídate de tus vacaciones en Alfa Centauri. A ver si así aprendes.

—¡¡¡No!!!

 

Un poderoso destello me abraza el cuero y me hierve las retinas, obligándome a cubrirme el rostro en defensa. Lo siguiente que presencio tampoco lo entiendo.

—Mmmn, ¿ya no corres más? Corre, anda, corre. Mmm…, que aburrido eres.

—Oí, Devora, ¿qué haces?

—Ah, ¿Rex? Nada. Aquí jugado con un bichejo que me encontré atrás del refri.

—Oye, pero que feo es. Ten cuidado, no te vaya a saltar y morder.

—No, no lo creo. Ya está medio muerto. Además, fue muy lento y torpe al intentar escapar de mí. Se tropezaba a cada rato. Bicho tonto.

—Ajá, sí, bueno, pero ya déjalo, y vamos a merendar. Llegaron visitas y quieren verte.

—Umjú. Solo deja le arranco las alas y lo quemo con mi lupa, y en seguida te alcanzo.

—Ok, pero no tardes. Mamá preparó lo que más te gusta: Humanos a la naranja. Tu favorito.

—¡Voy!

El vehemente calor volvió, y mis chillidos de dolor acompañados de arañazos al aire terminaron tan pronto como comenzaron.

Tiempo después…

—¿Y tú sabes qué fue lo que utilizó?

—No, nadie sabe. Y el laboratorio perdió la evidencia. Nunca sabremos qué fue lo que usó y mucho menos el por qué lo hizo.

 —Es una pena. Con lo buena persona que era. Dices que estabas presente cuando pasó, ¿no?

—Sí, estaba en turno. Fue traumante, verlo tirado en el piso con la nariz sangrando, los ojos en blanco y convulsionando… ¿Sabes…? La jeringa que tenía a lado era enorme.

—Dios. ¿Qué lo habrá llevado a hacer tal cosa?

—No lo sé. Vivía bien, tenia buen sueldo y nunca escuche que se quejara del trabajo o de la familia… A veces…, a veces las personas que más normales vemos, son quienes más problemas tienen por dentro.

—Sí…

 —Pero, bueno, mírale el lado bueno, al menos ahora sonríe. Cosa que antes nunca le vi hacer…

—En efecto, sonreía, pero tenía la mirada perdida—.

 

Fin.


Memorias de Azahar


Azahar tenía en mente escribir un libro en el que hablaría de su vida. Experiencias vividas a lo largo de los años, un estilo a sus memorias, pero se lamenta de no ser famosa y no querer hablar de ellos, los famosos. A los lectores les gusta saber de la vida de los famosos, poderosos, políticos y artistas, conocer sus miserias, compararlas consigo mismo y pensar que al fin y al cabo ellos y los otros son personas como el reto de los mortales. Para nada les importa lo que tenga que decir una persona de poca monta como Azahar, anonima para el mundo. No creía que a los lectores les interese conocer lo que tenía que contar una escritora anonima.

Conocí a Azahar en un colegio llamado "Diego Velázquez" nombre del famoso pintor, Diego. Cursábamos segundo o tercero de primaria cuando la vi subir al escenario improvisado para la ocasión. La maestra de religión lo había organizado todo para celebrar la navidad de aquel año con la virgen, con José, un niño viviente, y una piara de animales de todos los cursos. La vi a ella encima de aquel escenario de madera y empezó a berrear una poesía por todos conocía, para mí ya olvidada. Éramos unos críos de poco más de un metro de altura. A ella le gustaba el teatro y a mí me enloquecía su imaginación. Yo era su principal espectador, admirador incondicional, aplaudía sus puestas en escena rompiéndome las manos.

De los borregos de aquel colegio a penas me acuerdo, pero la memoria se me llena de Azahar, nunca me la quité de la cabeza desde que una mañana bien temprano me agarró del pecho, arrugando mi abrigo en su puño me amenazó con ser escritora, pero, cuando se hiciera mayor porque a los niños no se nos hacía caso. Pensé que estaba loca y su locura me volvió loco por ella.
Azahar era auténtica, no la podían engañar porque conocía todas las mentiras que los otros pudieran inventar. Tenía una intuición tan grande que se salía de este mundo. No está hecha de la misma carne ni del plástico ni del cartón que están fabricadas otras mujeres.
A los tres o cuatro añitos sus padres la subieron en una noria. Me dijo que no le gustó porque aquello de girar y girar en el mismo sitio le aburría. De mayor se paseó en la montaña rusa del parque de atracciones en Madrid. Una y no más santo dios, dijo con la boca seca, la piel de su cara pálida y un temblor en las manos, cuerpo y rodillas inolvidable.

Hará pocos días la volví a ver y me dijo, sonriendo, que su vida es como una montaña, pero no rusa, sino una montaña de mierda, todo le iba de culo. No quise saber nada de aquel famoso libro que tenía en mente por si me volvía a agarrar del pescuezo y le diera por apretar sin control ahora que era mayor y más fuerte. La invité a cenar y me contó cosas que yo no sabía. No las voy a desvelar aquí, eso lo dejo para su libro, su famoso libro si es que alguna vez ve la luz.

—Siempre te he admirado, le dije a boca llena, entre bocado y bocado.
—Eres como un San Valentín cuerdo que no pelea por un loco amor verdadero hasta que evoluciona de forma tan inútil que está condenado a morir de asco. Contigo me debí casar.

Me quedé congelado mirando sus verdes ojos un largo rato, le parpadeó el derecho y supe que estaba de broma. Bebí del vaso de agua para bajar la bola de pan que se me quedó enganchada en el gaznate y no bajaba de la boca del estómago.

—Quiero vender tu nuevo libro, dije a bocajarro.
—Llegas tarde, ya los he vendido todos.

Pocas veces me he cruzado con personas tan valientes como ella, defensoras de la causa: " Venga lo que venga hay que estar preparados para la lucha" Sigue siendo una adolescente de armas tomar. Capaz de lanzarte un dardo al ojo y acertar en mitad de la pupila para que veas el dolor desde tu punto de vista. Influyente, fuerte, capaz de coser las costuras, torcidas, con hilo de sedal, el disfraz de moda. Ha escalado rápido las paredes del pozo al que cayó a cámara lenta. Contenta, porque nunca le faltó su propia luz, por llegar arriba en mitad de la oscura noche y echar a andar por un nuevo desierto. Nadie como ella critica a los que escriben libros llenos de falsas esperanzas, sin conocimientos previos vividos en primera persona. Dice que para hablar de lo que no sabes es mejor estar callado. Pero hoy en día se estila hablar por no ser capaz de escuchar al silencio. Por eso vamos a contar mentiras "tralará".






CACERÍA

En cuclillas agazapado detrás de un árbol, Gonzalo se sentía devorado en vida por una nube de mosquitos. Llevaba más de una hora en la misma postura, sudoroso y lleno de barro, solo en la selva… pero no quería moverse para no perder de vista la trampa donde, con algo de suerte, podría atrapar a aquel felino fascinante, un ejemplar parecido a un tigrillo pero con extrañas franjas de color amarillo y marrón a lo largo de las cuatro patas y la cola. También parecía tener el hocico algo más alargado y las orejas más puntiagudas, parecidas a las del lince. En resumen, se trataba de una especie de la cual no se tenía registro hasta ese momento.
Y atrapar un ejemplar vivo significaba su oportunidad para destacar por fin entre la comunidad científica. No había hablado con nadie de su descubrimiento, quería la gloria para él sólo. Por la misma razón, no llevaba acompañantes.
Como era científico y no cazador, pensó que lo más razonable era comprar una trampa de buen tamaño y armarse con un rifle de dardos tranquilizantes. Ni que decir del descomunal esfuerzo que le supuso arrastrar el artefacto desde la camioneta, hasta unos 300 metros adentro de la jungla sin ayuda alguna, para después camuflarla y colocar el sebo. Pero se sentía orgulloso de haberlo logrado.
Tan ensimismado estaba que no reparó en qué momento el animal ya estaba olfateando en la entrada misma de la trampa. Aguantó la respiración. Se escuchó un ¡task! y vio cerrarse la compuerta. No hizo ningún aspaviento o gesto de celebración, no había nadie cerca a quien presumir. Lentamente se fue incorporando, las piernas le hormigueaban y tardó unos segundos en que le respondieran. Cuando pasó el hormigueo, comenzó a avanzar paso a paso, con el rifle apuntando.
Comenzó a quitar el camuflaje que ocultaba el artefacto. Estaba vacío. Era imposible, él había visto como el mamífero entraba al interior para quedar preso sin remedio. Otro ruido lo hizo voltear con rapidez: al lado del tronco donde se había estado ocultando, estaba su presa. Sus enormes ojos lo miraban de una forma que Gonzalo habría podido interpretar, si no como desprecio, sí con un marcado tono de insolencia. Entonces el felino se incorporó sobre sus dos patas traseras, alzó las delanteras a la altura de las orejas, y con una mueca burlona sacó la lengua, acompañada de un sonoro “¡prrrtt!”.
La reacción de Gonzalo fue inmediata: levantó el rifle y disparó. El dardo salió en cámara lenta mientras entonaba el Himno a la alegría de Beethoven, para enseguida cobrar velocidad. El felino no se amedrantó. Antes de ser alcanzado por el proyectil, sin cambiar su postura, se dobló hacia arriba como si fuera un acordeón; el dardo pasó rozando sus patas traseras, con el dardo profundamente decepcionado al ver que nadie se maravillaba con su facilidad para alcanzar las notas más altas de la canción. El cazador volvió a disparar, el dardo a cantar, y el tigre repitió la faena, sólo que esta vez doblándose hacia abajo.
A unos metros de distancia, una nube de mosquitos se divertía a más y mejor con la escena, que se habría repetido hasta que el hombre se quedara sin dardos, pero el cuadrúpedo no parecía estar muy interesado; así que, volviendo al comportamiento usual de cualquier felino, dio media vuelta y se internó entre la espesura de la jungla. Por supuesto que Gonzalo no iba a dejar escapar su boleto para llegar a las grandes ligas así como así. Soltó el rifle, agarró un camaleón al cual estiró hasta darle la forma de un bokken[i], y se lanzó en su persecución. No corrió mucho, la dificultad para avanzar entre la densidad de la jungla, el pegajoso barro, la pesadez de la humedad reinante, le detuvieron con rapidez. Para su fortuna, el felino tampoco se había desplazado mucho. Cuando dejó de jadear, el cazador se plantó de frente a su presa, blandiendo su bokken-camaleón. El animal aceptó el reto, parándose de nuevo sobre sus patas traseras y adoptando una pose clásica de taijutsu[ii], invitándolo a atacar.
Gonzalo no inició la refriega a tontas y locas; si bien no era un gran peleador, tampoco era un simple nerd. Lanzó algunos mandobles que fueron esquivados con suma facilidad. Cuando pensó que ya tenía dominada la distancia, se lanzó en serio. El felino se vio forzado a defenderse en forma, al notar que la espada multicolor zumbaba cada vez más cerca de su cuerpo. Aun así, consiguió esquivar cada uno de los ataques. En un momento dado, aprovechando una estocada directa de su rival, el cuadrúpedo saltó por encima de su atacante, giró 180 grados y le propinó una sonora nalgada con su garra. Los simios que presenciaban el combate aplaudieron entre carcajadas. Uno soltó su coco con vodka, el cual cayó noqueando a una serpiente que presenciaba se divertía enrollada en el suelo.
Aquello despertó la furia del cazador. No por la nalgada, no por las burlas, sino porque al momento de caer se le salió su dentadura postiza. Ya de pie recuperó su dentadura -que no el orgullo-, y aprovechando la serpiente descalabrada, usándola a manera de látigo, consiguió enredar las patas traseras de su presa. Esta cayó al suelo sin remedio. Entendiendo que no tendría otra oportunidad, Gonzalo soltó la bokken-camaleón, sacó un enorme cuchillo tipo bowie, el cual gritó “¡Ya llegué hijos de su &#%$!” al verse feliz ante la oportunidad de entrar en acción, y se arrojó encima de su víctima, a la que pudo asir con firmeza por el cuello.
En su declaración, los dos policías que iban en la patrulla dijeron haber detenido al sujeto justo antes de que matara a un gato callejero con un arma blanca. Otros testigos afirman que vieron al hombre desde mucho antes, dando vueltas en el callejón de manera sospechosa, desnudo además de la cintura hacia arriba. También se le encontraron dos dosis de fentanilo en los bolsillos. Cuando fue identificado y acudieron a la universidad donde laboraba, el encargado refirió a la policía que ya se la había amonestado en dos ocasiones al doctor Martzen de que se abstuviera de usar el laboratorio escolar para experimentar con drogas. Esta vez sería expulsado del campus. En cuanto al gato, el pobre animal que ni la debía ni la temía, fue resguardado por una asociación privada, y al poco tiempo adoptado por una familia que lo amó hasta el final de sus días. Al menos para uno de los dos, la cacería tuvo un final feliz.





[i]  El bokken es un sable de madera utilizado en diversas artes marciales provenientes de Japón, principalmente para entrenamientos.


[ii] El taijutsu es un sistema de arte marcial sin armas, de combate cuerpo a cuerpo, en el cual se agrupan diversas técnicas.


lunes, 20 de julio de 2020




DESTILACIÓN

Me destilo entre el amor y tu mirada.
Es la pasión el alambique que transporta
los vapores etílicos de mi ansia.
Carne
                huesos
                                  alma
se condensan en ardientes gotas que rebosan
el recipiente encarnado
de tu boca.


Pangolín y Papaya 19



- Papaya ¿donde has puesto mi mascarilla?
- Ay yo que sé donde dejas tus cosas ¿y para qué quieres ahora el bozal?
- Voy a salir a comprar. Últimamente apenas como hierba y tengo el estomago fatal, necesito una purga urgentemente. Parece que en esta casa si no compro yo, nadie lo hace…
- Lo que tienes que hacer es comer más equilibrado. Te alimentas a base de hormigas y vinazo del barato…
- ¿Cómo dices eso? si viene en cristal
- Eres todo un sumiller
- ¿Te cuento uno?
- ¿Tengo opción?
- Entran dos borrachos a un bar, van tan ciegos que caminan abrazados y haciendo eses. El peor de los dos, al intentar subirse a la banqueta, se cae al suelo. Entonces el camarero le pregunta al otro: ¿qué os pongo?
A mi un chato de vino – dice el borracho
Y el camarero vuelve a preguntar: ¿Y a tu amigo el del suelo?
Nah, ese no bebe que tiene que conducir.

viernes, 17 de julio de 2020




INTERVALO.


Así como en el cielo
el espíritu de la nada se suspende
y tirita
así los pétalos de tu presencia se desprenden y vuelan
terminada nuestra cita.
Tus labios se alargan y ruedan en despedida.
Las manos se desgajan y separan como madera seca.
No es que sea el fin de nada.
Es sólo ese odioso intervalo
entre el adiós y el hola
en que el amor se transforma en niebla
y deambula callejero
husmeando en cada esquina.