domingo, 11 de octubre de 2020

No hagas ruido

 


El lugar en cuestión bien podría ganarse el nombre del Enemigo Natural de toda nariz sensible sin problema. Pero, para la pequeña Susy, quien se había acostumbrado a los vapores fétidos de montañas de basura, a las nubes de moscas de color iridiscente sobre cuerpos hinchados, así como a las aves de rapiña sobrevolando constantemente el cielo gris, no, no era tal el caso para ella. Para ella, este sitio no se diferenciaba de cualquier otro; normal. Por lo que, rara vez se sintió insegura o infeliz al estar dentro o fuera de casa, muy a pesar de vivir en el centro de tan espesa polución. Claro, que, a sus cortos siete años de edad, tampoco le había dedicado demasiado tiempo a pensar, a si realmente era feliz o no. Así había vivido desde que tenía uso de razón, así se había establecido su forma de vivir. No hubo otro modo de vida para ella.

La luz fría de la Luna bañaba a plomo la morada de la chiquilla. Una humilde casita erguida con tablones viejos, láminas de cartón, plásticos varios y un par de llantas de tractor como pilares principales. Dentro, la niña no conseguía mantener por más de tres segundos los parpados juntos, pues, desde que escuchó ese terrible, pero muy, muy lejano, grito preñado de dolor y espanto, su sueño se había diluido sin dejar pista. Temblorosa, recogió sus pies, y subió la manta, hecha de retazos de otras, a la altura de sus ojos. Manteniéndose alerta ante cualquier mínimo ruido proveniente del exterior. El tiempo pasó y con ello la nada se mantuvo constante. Tal vez lo que había escuchado lo había imaginado, tal vez antes de despertar, ese alarido que le había sacudido la sangre, había nacido sin causa ni razón en alguna parte de su inconsciente. Un mero rumor fantasma creado involuntariamente por una mente tierna e inocente. Escenarios similares habían ocurrido otras veces, y la nada era la única que se presentaba con el pasar del tiempo. No obstante, esta vez, el ambiente parecía dar pie a otra cosa. Algo que no marchaba con la normalidad de siempre. El silencio era demasiado puro, demasiado claro. Un hecho extraño en sí mismo, dado que el basurero en materia era el más grande de toda la cuidad. Por las noches el chacchar de las ratas nunca faltaba, las peleas de gatos en celo, menos, y, o el lamento de un perro sarnoso hacia la luna, tampoco, siempre estaba presente, o lo uno, o lo otro. Pero esta vez el silencio parecía falso, engañoso, siniestro.

 Sus pupilas dilatadas deambulaban de un rincón a otro, intentando encontrar el más mínimo vestigio de cambio, tratando de dar forma concisa a las sombras acunadas en la penumbra del hogar. Ya que fuera lo que fuera, si es que en serio hubiera algo ahí, no lo dejaría pasar inadvertido. Con cada segundo que trascurría, con cada minuto de fría soledad, resolvía con mayor firmeza que en realidad no existía nada a lo que temer, que lo cierto era que no había nada espeluznante asechando cerca suyo, agazapado, observando en la oscuridad; con sus fríos ojos rojos y sus tres hileras de dientes puntiagudos empapados en sangre. No, nada de eso se había presentado. Bueno, eso era cierto, hasta que, justo en el momento en el que ya volvía a sumergirse en el mundo de los sueños, escuchó un vacilante arrastrar de pasos, seguido de un pesado y abrumador hedor acompañado con el crujir de la vieja puerta de madera de su casa al ser empujada.

Por un instante pensó: Es mamá quien vuelve del trabajo. Pero la insoportable peste le refutó enseguida tal idea. No, no era mami quien se adentraba en su residencia. Y esto le fue confirmado con mayor solidez, apenas vio como un cumulo de polvo fue expulsado del suelo al aire. La silueta que poseía tal extraño ser se ajustaba a la perfección a la de perro gigante, O eso es lo que Susy atinaba a teorizar, y a enfocar a través de los pequeños cuadros de la desgastada tela que le servía tanto como de escondite, como de escudo. La criatura se introdujo pesadamente en la vivienda, olfateando el piso con sus enormes fosas nasales parecidas a ventosas viscosas de calamar, y usando, sus largos apéndices en el lomo para tantear la atmósfera del interior. No, no notó nada en especial, a pesar de escudriñar por largo rato la habitación. Así que, sin más dilatación, dio media vuelta para salir por donde vino, pero antes de salir por completo, alzó hacia el techo su pesado morro; lo abrió en cuatro direcciones distintas, y chilló. El aullido emitido por la criatura fue tan potente y desgarrador que la pobre Susy sin querer dejo salir de su cuerpo un roció de pavura. Y como si la criatura hubiese de pronto recobrado el olor de una presa perdida, se volvió enseguida en dirección de la niña. Poco, muy poco después, comenzaron los gritos.  

2 comentarios:

  1. Esto era para el reto también? Porque reconozco tu estilo aquí pero me pareció que lo habías recargado algo más. Pues eso, se me hizo larga la parte de la niña bajo la manta y luego cuando aparece el monstruo, poco te recreas con él

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    1. Para un reto fue, sí, pero no para éste reto. Me he dedicado más a leer que a escribir y seguro que es por eso que se nota cargado, más de lo usual. La falta de practica. Seguro.

      Ah, y eso que dices es verdad. Me faltó darle más protagonismo a mi Bichito y no tanto a la peque.

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