El sueño me despertó a eso de las cuatro de la madrugada. Se levantó él y me levanté yo. Salí de mi mullida cama de sabanas floreadas de color naranja. Me obligó a salir de mi cómodo cuarto, en pijama de algodón color rosa palo. Me obligó a encender la luz del pasillo de mi pequeño departamento; la luz del salón comedor; la del cuarto de baño y la de la cocina. Fui andando, lentamente, con el sueño fugado y la mente despejada. La preocupación me obligo a encender la televisión buscando desesperadamente algo con qué distraerme, pero, a pagarla dos minutos después; a abrir un libro aburrido, y, a cerrarlo al segundo.
A eso de las cuatro de la madrugada estaba levantada. Desde el salón fui a la cocina en zapatillas de peluche, de perro. Tomé un gran vaso de leche blanca, caliente, y una cucharada de dulce miel para prevenir algún resfriado. Comí un puñado de cereales de trigo en un pequeño cuenco de cristal transparente.
Esperé más de una hora sentada en la silla de la cocina: la que tengo junto a la mesa que hay debajo del reloj que hay en la pared. Lo miro con atención, para ver si el sueño volvía a aparecer en cualquier minuto de su lento crujir por alguna ventana del pequeño departamento, donde habito. Pero el sueño no vuelve ni solo ni con ganas de dormir. Hay que ir a buscarlo, pienso seriamente, pero, no lo busco en mi mullida cama. El sueño está fuera. La marcha del sueño me levantó demasiado temprano como para salir a la calle a buscar sin tener un lugar a donde llegar.
Lo esperaré cómodamente sentada en el sillón del salón comedor. Con los ojos abiertos y la mente en blanco como el papel del escritor que no sabe ciertamente cómo empezar a escribir un rollo como este. En un descuido, mío, el sueño se me escapó por la gran ventana. Por la ventana que está abierta para que entrara la brisa de la mañana. Mañana la dejaré completamente abierta, por si al sueño le da por volver a entrar por ella. Grande insomnio el mío, pues, el sueño se me fue por la ventana, de madrugada.
Muy detallada esta partida del sueño. Me pregunto si a medio camino no topara con el insomnio y éste le obligara a volver.
ResponderEliminarNo sé, Camelot. Cuando el sueño se va tarda en volver.
ResponderEliminarAhora que vuelva, ponle grilletes y cierra las salidas para que ya no se vuelva a escapar. Ah, no. Mejor no. Pues los sueños libres de cualquier atadura son de los mejores, y de los que más lejos llegan en el mundo. Reto superado. Creo.
ResponderEliminarDicen que una imagen vale más que mil palabras. Imagen no es pero sí ejemplo perfecto de lo que quería. Me has entendido muy bien Azahara, pese a lo mal que me explico.
ResponderEliminarGran-de insomnio, sí, espero que se haya pasado.
La verdad q tanta repetición lo hace más bello aún. Es la paranoia del insomnio. Precioso
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