Lo observó una y otra vez por el lente, sin lograr hacerse a la idea de que lo que vio era posible. Anotó los resultados en su libreta para no olvidarlos. E hizo innumerables cálculos sobre papel con ayuda de una calculadora durante tres días y tres noches, sin descanso. En ese tiempo estuvo como loco, comparando textos antiguos y reescribiendo fórmulas matemáticas complejas en una pizarra vieja. Al finalizar sus minuciosas operaciones, predijo con pasmosa exactitud lo que acaecería en un futuro cercano. Llamó a sus amigos, a la familia, y por último, a la prensa para explicar su descubrimiento a detalle. Y después de hacer todo ello, suspiró, se sintió satisfecho, se recostó en su sillón, bebió un enorme trago de Vodka, y se pegó un tiro en la sien.
Con sumo cuidado, como si fuesen de cristal, desnudaron a las
docenas de niños frente al estanque. Se realizaron un par de plegarias al Poderoso,
y llevaron a los chiquillos de la mano hasta el centro del lago. Una loba que
pasaba por ahí observó el frenético chapoteo y escuchó los gritos desesperados
de los inocentes, sin embargo, no le tomó demasiada importancia al asunto y
volvió a lo suyo, pues, los piecitos y manitas que colgaban de su hocico tenían
mayor prioridad. Después de todo, los cachorros esperaban hambrientos en el cubil.
Toda la familia Pereira sintió que le habían recorrido un
cubito de hielo por la espalda al ver que el remolino de golondrinas que se cernía
sobre su hogar volaba cada vez con mayor velocidad, pero sintieron más frío el
espinazo cuando de pronto, las aves en un giro brusco, comenzaban a estrellarse
una tras otra, de cabeza, en las ventanas de la casa, no obstante, su mayor sorpresa
sobrevino un poco después, cuando en pleno vuelo, éstas, se envolvían en llamas.
Las buenas y las malas ideas le llegaban a raudales, pero sencillamente,
no lograba decidirse. ¿Debía de usar el último cartucho de escopeta en él, o en
su hija?
A la escasez sombra de un árbol seco, Pedrito, ciego,
lloraba lágrimas de sangre mientras continuaba masticando los intestinos de su
madre.
Hoy sin duda será un día hermoso, se dijo el Padre Doroteo.
Al fin había llegado, al fin había comenzado lo anunciado. Se convencía cada
vez más con cada pensamiento surgido en su efervescente mente. Toda una vida lo
había esperado, claro, no con mucha fe, pero, al ver algo así, al ver algo que
en solo sus sueños más descabellados apenas había atisbado, recobró la esperanza y se llenó de alegría: Un cielo
cubierto por nubes grises y bermejas de polvo; rescoldos flotando sobre todo el
mundo pecaminoso. Sus labios; por conciencia propia, se arquearon, al ver que, en lo alto, un ojo enorme hecho de nubarrones lentamente se abría, y que de éste, surgían una cantidad innumerable de bestias aladas. El Padre, al contemplar esto, con
ahínco y sudando, hizo sonar las campanas de la iglesia mientras gritaba a todo pulmón: ¡Ha llegado! ¡Ha llegado! ¡Él ya está aquí!
Elizabeth volvió a sentir el escozor, y se llevó la mano a
la nuca para confirmar si eso seguía ahí, al sentirlo moverse bajo la piel escamosa y estriada, se relajó. Sí, seguía ahí, y crecía sin problemas. No tardará en reventar, afirmó.
La abuelita Matilde, con la mirada puesta en el suelo, se mecía
de atrás hacia adelante en su mecedora, mientras decía con medio susurro una y
otra vez: Abraza tu odio, traga tu ira, huye a tu soledad. Abraza tu odio,
traga tu ira, huye a tu soledad. Abraza…
Y todos estos, y muchísimos más eventos, no mencionados, alrededor del mundo, se desencadenaron
una semana después de ver en el cielo un puntito, una cosita, una diminuta pero
brillante estrella negra en pleno día.
Fin.
El fin del mundo. Me gustó. Solo el final desentona, no me pareció necesaria la explicación.
ResponderEliminarEso sí, revisa la ortografía porque creo que he perdido un ojo ;)
Ya hice unas correcciones. Creo que ya quedo.
EliminarEn este tipo de texto se te ve cómodo y te ha quedado muy bien. A mí me deja con ganas de conocer que va a suceder a continuación y eso es buena señal...
ResponderEliminarMe alegro!
EliminarNo soy partidaria de anticipar acontecimientos sobre catástrofes que nadie puede asegurar que llegarán a suceder. Creo que lo que más mata al ignorante es el miedo a lo desconocido. También tienen miedo por conocer más sobre el futuro. Eso de pegarse un tiro, matar niños y otras locuras que suelen cometer es típico de tarados, débiles y cobardes que les vence el temor.
ResponderEliminarBien redactado. Impresionan los sucesos.
Yo tampoco creo en profetas, pero sí soy de los que gustan de cosas turbias e impresionantes. Ya cada uno sabe de que pata cojea(gustos). :}
EliminarUn fin del mundo de lo más terrible. La gente pierde la poca cordura q le quedaba. Dan escalofríos muchas escenas q describes. Estoy con Kobbe q el terror es lo tuyo
ResponderEliminar