viernes, 7 de enero de 2022

Mediodía accidentado de Cabalgata de Reyes

 



Mediodía accidentado de Cabalgata de Reyes

 

—¡Manos arriba! ¡Esto es un atraco!

Aquel 5 de enero, cuando el reloj de agujas que colgaba de la pared de la sucursal número 83 del BBVA  marcaba renqueante las dos menos cinco, entraron cuatro individuos armados y vociferando.  El lugar estaba totalmente vacío pues la clientela estaba entretenida en las compras de última hora y los trabajadores andaban apresurados para salir lo antes posible.

Marta era la cajera en prácticas.  Acababa de terminar la  carrera de empresa y le habían ofrecido desde la bolsa de trabajo de la universidad, completar su curriculum trabajando gratis para la poderosa entidad.

José era un veterano que llevaba media vida contando billetes. Primero fueron pesetas, después euros.  Con los dedos desgastados y la vista cansada, estaba deseando agarrarse a una golosa jubilación  anticipada para poder disfrutar por fin de su chalet y el privilegiado clima de Chipiona.

Alfredo era el director, un tipo muy ambicioso de mediana edad.  Se había cargado algunas antiguas amistades por jugar con su dinero en fondos de inversión de dudoso origen sólo para llegar a objetivos. Su familia se había acostumbrado a sus ausencias en los momentos más especiales, todo por llevar el tren de vida que siempre deseó.

 Dos de los ladrones se quedaron controlando a los de caja y los otros dos fueron a por el director.

—¡Como os mováis os juro que os hago un traje de plomo!

 Sacaron a Marta y a José de detrás del mostrador, los condujeron a un rincón poco visible desde el exterior y los obligaron a tumbarse boca abajo. Les ataron los brazos a la espalda y las piernas por los tobillos.  Alfredo sudaba a borbotones muy acalorado mientras Marta, pálida como un muerto, trataba de calmarle temiendo que el viejo corazón de su maestro de fatigas les diera un mal susto.

—¡Ábrenos la caja cabrón!

—La caja no se puede abrir, está controlada desde central —dijo el director.

—¿Te crees que somos gilipollas?  ¿Y cómo ibais a hacer el cuadre?  ¡Abre la caja!

Al director se le ocurrió que le vendría bien hacerse un poco el héroe para ganar puntos frente a los superiores y trató de pulsar el botón que enviaría un aviso a los de seguridad.  Los ladrones se dieron cuenta y le pararon los pies dándole un fuerte golpe en la cabeza que le hizo sangrar. “¡Bien! con esto ya tengo el ascenso ganado” pensó.

Los cacos tenían razón, momentos antes de su llegada, la caja ya había sido activada para la apertura con la intención de contabilizar el día.  Alfredo les llevó hacia ella con la camisa almidonada manchada de sangre.  Al abrirla, los ladrones sonrieron y se miraron satisfechos,  había más dinero incluso del que habían calculado.  Cogieron sus sacas de color negro y guardaron apresuradamente los fajos de billetes. Cuando terminaron, agarraron al director de la pelambrera que le poblaba la nuca, lo metieron en uno de los baños y atrancaron la puerta para que no pudiera salir.

Hecho esto, los malhechores se reunieron en la entrada y abandonaron el lugar con disimulo.  Una furgoneta negra les esperaba justo al girar la calle, en el vado de un taller mecánico que se había tomado el día libre.  Los cuatro bandidos continuaron el recorrido con calma para no llamar la atención.

Al doblar la esquina casi se chocan con una señora y la niña que llevaba de la mano.  Los seis soltaron un grito al unísono, los ladrones por la tensión que llevaban encima, la señora porque iba pensando en sus cosas y la niña, porque de golpe, le aparecían de frente los Reyes Magos y Papá Noel. Sí, a los ladrones se les ocurrió que era el disfraz idóneo para pasar desapercibidos el día que se iba a celebrar la Cabalgata de Reyes. Quizás Papá Noel desentonaba un poco, pero la otra opción era Bob Esponja...

Tras las disculpas de los cacos a la señora, se metieron en la furgoneta y desaparecieron. 

***

 A la mañana siguiente, la niña emocionada, fue a buscar sus regalos.

—Hija, los Reyes Magos no han podido pasar por casa, no te preocupes que pronto lo harán.—Su madre se excusó frente a la niña al no haber podido comprarle nada.

—Mamá, no tenían que venir, mira, ya me dieron ayer el regalo.

—Pero ¿cuándo, dónde?

—Ayer vimos a los Reyes Magos y a Papá Noel y me dieron esto.  A la noche lo dejé junto a mis zapatos porque no quería que se enfadaran conmigo por haberlo abierto antes de tiempo.

La madre observó el pequeño bulto forrado con plástico negro.  Al ir a abrirlo la niña, la madre, asustada por el sospechoso contenido, se lo quitó de las manos y sacó lo que había en su interior.

—¿Ves mamá?  Los Reyes Magos existen.  Ellos saben que no puedes pagar la luz y el agua.

La madre emocionada abrazó a su hija, y es que ese fajo de billetes de 50€ le sacarían de algún que otro apuro.

 

 


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